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historiasalba - una segunda oportunidad


Su vida era casi perfecta. Tenía todo los que quería gracias a sus padres que eran extremadamente ricos. Había ido a la mejor universidad del país y tenía amigos en cantidad. Nunca necesitó nada de nadie, tan solo a su mejor amiga Marta. Su nombre era peculiar, que la identificaba y la marcaba como la mejor. Estrella era su nombre, un nombre con autoridad y disciplina. Sus padres estaban orgullosos de ella. Ella era actriz y de las mejores. Tiempo atrás, había hecho varias películas importantes que debutaron en Hollywood. También era la secretaria en la empresa de su padre, que se iba extendiendo por el mundo cada vez más. Sin embargo sus padres querían que se casara y que formara una familia. Ella era hermosa, pero también buena, tal vez demasiado buena. Nunca en su vida se había interesado por los hombres, no era su gusto sino que simplemente pensaba que eran mentirosos desagradables y solo querían lo que querían.

Aquella noche estaba sentada en su cama con un gran espacio para su ropa, sus muebles y también con una gran baño. Estaba furiosa, no sabía qué ponerse para el baile de su hermana Rina, que celebraba por sus 24 años de edad. No era capaz a elegir algo decente, todo le parecía demasiado y otras veces le parecía poco. Al final se rindió y como se le acababa el tiempo fue a hablar con su madre sobre el tema. Antes de llegar a la cocina, algo atrajo su atención. La puerta del sótano estaba abierta de par en par. Ella era valiente así que se decidió por bajar. Todo estaba oscuro y sobre todo muy húmedo, la temperatura allí abajo no superaba los 10 grados. Su vista la llevó hasta un baúl entreabierto. Sin dudarlo un instante lo abrió y para su sorpresa había una carta con lo que parecía un vestido. Su mirada no podía dejar de observar ni un segundo el hermoso vestido, de color turquesa con estampados de flores a juego con sus ojos. Leyó la carta intrigada donde solo albergaba una sinuosa frase: “Con este vestido tus sueños se cumplirán más la mitad de ellos no los podrás imaginar”. Las palabras resonaban en su cabeza y se preguntaba a quién le había pertenecido ese vestido. Estaba segura de que no era de su madre, ella jamás se pondría algo así y tampoco de su hermana, no cogería en aquel precioso vestido. Aún así su rostro se iluminó y decidió llevar ese vestido puesto esa noche.

Llegó al cuarto y como no tenía mucho tiempo se hizo un recogido con su larga melena, zapatos a juego con el vestido y un hermoso collar a juego con los pendientes. Estaba impresionada. Creía que podía estar incluso más guapa que su hermana, auque no tenía ninguna intención de hacerla rabiar.

Sus padres al verla quedaron boquiabiertos con su aspecto, no tenían palabras para describir su belleza, no parecía ella.

-          Mi vida estás preciosa – dijo su madre ¿de dónde has sacado ese vestido?

-          Lo siento mamá, es un secreto – dije sonriendo.

 

Al dirigirse a la salida de la casa el coche les estaba esperando. El baile iba a celebrarse en uno de los salones más prestigiosos de la ciudad y su hermana estaba impaciente por celebrar su cumpleaños. Su hermana no se parecía en nada a ella. Años atrás, Rina vivía únicamente de sus padres hasta que se casó con un millonario amigo de su padre. Eso a Estrella le ponía nerviosa. No entendí cómo alguien podía llegar a hacer tales cosas. Ella soñaba con una historia de amor verdadero. Quería casarse con la persona oportuna, el hombre adecuado, desde niña. Rina tenía todo lo que quería pero Estrella estaba segura de que no quería a su marido tan solo su dinero, sus fiestas, sus 4 casas y sobre todo, vivir a lo grande.

Llegaron al salón de baile poco antes de las 7 donde los invitados esperaban impacientes la llegada de la cumpleañera. Todo el mundo posó sus miradas en Estrella, ella era guapa pero con aquel vestido parecía una princesa recién salida de un cuento de hadas.

Ella se sentó en una mesa al lado de sus padres. Al llegar su hermana todo el mundo empezó a aplaudir de felicidad. La mayoría de los invitados eran amigos de Rina y de su esposo. Estrella tan solo conocí a un viejo amigo de la universidad llamado Rick. Habían sido buenos amigos pero sus caminos se separaron y cada uno había tomado su propio camino.

Rina se acercó a su hermana.

-          Hermanita, estas preciosa – dijo su hermana con cierta envidia.

-          Gracias, tu también, por supuesto – dije Estrella.

-          Pues claro, cortesía de David (su esposo).

-          Bueno si necesitas algo avísame quiero saludar a alguien – contestó Estrella.

-          Un momento, antes de que te vayas, me gustaría presentarte al mejor amigo de David. Me ha dicho varias veces que quería conocerte, le he hablado mucho de ti – dijo con sarcasmo.

-          ¿Un amigo? No tengo muchas ganas de conocer a nadie – dijo.

-          Oh vamos, no seas tonta, le prometí que os presentaría yo misma – contestó Rina – es aquel de allí.

-          Pero si está acompañado.

-          Tranquila solo quiero presentaros.

-          Está bien, pero solo por que es tu cumpleaños.

-          Al fin, gracias.

 

Ambas se acercaron hacia ese hombre. Estaba de espaldas hablando con David bastante entretenidos y disfrutando de la fiesta. Estrella se quedó un poco rezagada, no le gustaba conocer a gente que tuviera algo que ver con David, seguro que era rico, mujeriego y para todas las chicas muy encantador.

Pero al mirarlo se quedó sin habla. No podía apartar su mirada de sus ojos, extremadamente verdes como las hojas en primavera su cabello, ligeramente ondulado, rubio, con una altura y unos músculos envidiables. Estrella hizo un tremendo esfuerzo por concentrarse y disimular su sorpresa.

-          Vaya, vaya, así que esta es la encantadora hermana de Rina – dijo él.

-          Si, me llamo Estrella – dijo extendiéndole la mano.

-          Encantado, yo soy Antonio – dijo él aceptando su mano.

-          Encantada – dije soltando la mano rápidamente por mi timidez.

-          Estaba deseando conocerte, tus películas son fantásticas.

-          Si, gracias, no es nada fácil ser actriz.

-          No me lo creo – dijo con tono desafiante – por cierto esta es Esmeralda, una amiga.

-          Encantada – respondió educadamente Estrella.

 

Su imagen era asombrosa pero seguro que ese tal Antonio había tenido más relaciones que empresas, si a eso se le llamaban relaciones. Estrella se despidió y regresó a su sitio con sus padres.

No podía dejar de mirar a Antonio, algo la inquietaba cuando lo observaba, se sentía extraña y perdida. Cada una de las miradas que ella le dirigida era devuelta por él dos veces. Se inquietó tanto que comenzó a beber una copa de champán, a pesar de que ella odiaba el alcohol. En aquel instante, un rostro conocido asomó a su encuentro. Era Rick, su antiguo compañero.

-          ¿Bailas conmigo? – preguntó él – hace tiempo que no te veo, anda por favor, concédeme el honor de bailar conmigo.

-          Hace mucho que no bailo – dijo ella comentando a ponerse pálida.

-          Seguro que lo haces genial.

-          Está bien – dijo ella. Necesitaba distraerse, si seguía mirando a Antonio mucho tiempo tendría que salir de allí.

 

Comentaron a bailar un tango y ella bailaba como una diosa. De pequeña había dado clases y se le daba muy bien. Lástima que era demasiado modesta para reconocerlo. Le prestaba mucho bailar con Rick, se dejaba guiar por él aunque no lo necesitara. Por un momento, se olvidó de Antonio.

Él, sin embargo, no podía dejar de mirarla. Bailaba realmente bien y él hubiera dado cualquier cosa por bailar con esa mujer, aunque tan solo fuera unos minutos. Al verla, su corazón se aceleraba y de repente, recordó su infancia. Él también había dado clases, nada más ni nada menos que con su madre. Su infancia no había sido muy benevolente. Su padre era un alcohólico y maltrataba a su madre. Lo único que hacían juntos su madre y él era bailar siempre que podían, eso los unía y se sentían protegidos. Cuando su madre murió, su padre se fue de casa y él tuvo que ir a un centro de acogida. Cuando cumplió su mayoría de edad, empezó a trabajar en una oficina. Sus proyectos comentaron a ser interesantes y poco a poco su puesto iba subiendo. Gracias a su esfuerzo consiguió crear una de las mayores empresas más importantes del país.

Al terminar el baile, Estrella se sentó junto con Rick en otra mesa, no quería volver con sus padres, estaban demasiado ocupados hablando con Rina.

Rick tampoco le quitaba los ojos de encima. No podía oír sus pensamientos pero la miraba con curiosidad y anhelo.

-          Bailas de maravilla, esas clases que diste de pequeña te han servido mucho – dijo por fin.

-          Si, todo gracias a mi madre – dije sonriendo.

-          Bueno, qué tal tu vida?, ¿cómo te ha ido? – preguntó.

-          Pues muy bien, mi vida es genial, no me puedo quejar. Después de acabar la universidad, hice las películas gracias a mis clases de teatro y en mi tiempo libre me dedico a pintar y vender cuadros. Son realmente interesantes. ¿y tú? – preguntó ella.

-          Pues no hay mucho que contar, al terminar la universidad me hice profesor de historia y doy clases en varios colegios de la región. Me va bastante bien.

-          Me alegro mucho, siempre quisiste ser profesor.

-          Si, un sueño hecho realidad.

 

Ambos comenzaron a hablar y a contarse sus interesantes vidas. Estrella había olvidado lo bien que se lo pasaba hablando con Rick, era asombroso. Pasaron mucho tiempo hablando, riéndose entre ellos, hasta que alguien los interrumpió.

-          ¿Me concedes este baile, Estrella? Es un vals. Te he visto bailar, apuesto a que sabes bailar este tipo de música también.

-          Claro – respondió confusa - ¿no te importa, verdad, Rick?

-          No tranquila, aprovecharé para beber algo – respondió con simpatía.

 

Bailar con Antonio no tenía ni punto de comparación con bailar con Rick. Antonio se movía con ganas y movimiento en las caderas, lo cual la excitaba y la ponía nerviosa. Intentó disimular para que no se notara, pero estaba demasiado tensa. Sin embargo, Antonio sabía el efecto que provocaba en las mujeres, no era ninguna sorpresa. Él la tranquilizó con un suspiro en su mejilla, y Estrella apoyó su cabeza en el hombro de Antonio. Aquellos cuatro minutos fueron como horas para ella, lo cual le hacía pensar en que no era suficiente para ella. Ansiaba más. El baile terminó con un movimiento simple y al alzarla hacia arriba, ella cerró ojos frente a su cara. Él se alejó de ella, provocando un pequeño roce entre su barba de un par de días y las sonrojadas mejillas de Estrella.

Ese baile la había dejado sin aliento. Se dirigió hacia la salida con la esperanza de poder tomar el aire tranquilamente y pensar en  lo que había pasado.

Ella no entendía como un hombre podía hacerla sentir de esa manera. Jamás se había interesado por los hombres. Aquello era nuevo para ella. Se sentó en el jardín de la parte trasera y poco a poco, consiguió relajarse y recuperar el control.

La fiesta terminó después de las doce. Estrella estaba muy cansada y tuvo que evitar las miradas de Antonio. Lo hacía por su bien. Lo que le hacía sentir ese hombre era inhumano y no podía permitirse ser engañada.

Al llegar a casa, se puso el pijama y se fue a la cama, estaba agotada. Sin embargo, no consiguió dormir nada y decidió levantarse cuando el reloj de su mesilla marcaba las siete. No podía dejar de pensar en Antonio.

Se fue a la ducha con la esperanza de relajarme y despejarse. No lo consiguió.

La mañana de Estrella fue estresante, no tenía nada que hacer. Así que decidió ir a comer a un buen restaurante.

Cuando entró en el restaurante (el más caro de la ciudad) le dieron una mesa reservada pues era una clienta habitual. Le encantaba comer en un buen restaurante a pesar de que era muy buena cocinera. Comenzó a mirar el menú. De primer plato tomó una buena sopa de marisco. De segundo, mero a la plancha con unas patatas de acompañamiento y de postre tarta de chocolate.

Al hacer el pedido, en la mesa de al lado observó una mirada familiar. Antonio estaba allí. Tan solo dos mesas al lado. Se ruborizó e intentó que no la viera pero el esfuerzo resultó ser inútil. Al verla, Antonio se levantó y la saludó muy educadamente.

-          Estrella ¿verdad? – preguntó.

-          Si, un placer volver a verle – dijo intentado mentir.

-          ¿Puedo sentarme?

-          Supongo que sí.

-          Gracias, su amabilidad me complace.

 

Su sonrisa la hacía temblar. Aquella mirada la derretía y la intrigaba, no podía dejar de mirarle y eso la preocupaba y la angustiaba. Él se dio cuenta y también la miro con interés pero ella reaccionó.

-          Y, ¿a qué ha venido?

-          Tenía una reunión con unos clientes interesado en unos contratos de mi empresa pero no han podido venir.

-          Oh, lo siento mucho.

-          Tranquila, suele pasar. ¿Y tú?

-          Me gusta comer en un buen restaurante.

-          Entiendo.

 

Ambos comieron lo mismo, disfrutando y contándose sus vidas. Estrella solo contaba lo justo y necesario al igual que Antonio.

Cuando terminaron de comer, Antonio la invitó al teatro. Ella no estaba segura pero él insistió.

La obra fue genial y al final Estrella se lo pasó muy bien. Rió, lloró, aplaudió…

Antonio disfrutó mucho viéndola de esa manera. Sus ojos, su sonrisa, su finura era todo lo que quería ver.

Una hora después, estaban fuera del teatro. Estrella le dio las gracias por llevarla allí, se lo había pasado de maravilla. A continuación, unas mujeres muy jóvenes habían ido a ver a Antonio. Querían sus autógrafos y Antonio conocía los nombres de todas ellas. A Estrella le pareció muy propio de él. Un hombre rico, dueño de una de las mayores empresas del país no podía tener menos de una mujer. Se sintió estúpida por haber ido con él. En ese momento no le importaba nada de lo que sentía por ese hombre. Era una canalla, se le notaba. Sin que se diera cuenta, Estrella se alejó y se dirigió hacia su coche. Cuando estaba llegando, sacó de su bolsillo las llaves y sintió que algo la sujetaba. Antonio.

-          ¿Por qué te has ido de esa manera? – preguntó.

-          Pensé que querrías estar solo con esas mujeres.

-          Solo querían mis autógrafos.

-          ¿Y desde cuando eres tan famoso?

-          Hace unos meses hice un reality show en la tele y me hice bastante famoso.

-          Entiendo. Me voy, tengo cosas que hacer.

-          Espera, ¿qué he hecho para que te pongas así?

-          Nada, simplemente quiero irme a casa.

-          Entonces te llevo.

-          No, quiero ir sola.

-          Insisto.

-          Ahora la que insiste soy yo – dijo Estrella soltándose del brazo con gran enfado.

-          Estás celosa – dijo pensativo.

-          ¿Qué? – dijo ella parándose en seco.

-          Es eso, ¿verdad?

-          Mira, yo no estoy celosa de nadie por el simple hecho de que no te conozco y no quiero conocerte.

-          Mentira.

-          ¿Cómo?

-          Lo veo en tus ojos, tú no quieres irte.

-          Estás loco, inventarte historias para engatusar a una mujer. Buen truco pero conmigo no funciona.

 

Antonio no aguantó más. Tras darle un empujón, la atrajo hacia él. Estrella se quedó sin aliento. Sentía la atracción y a la vez el miedo.

Antonio comenzó a besarla, a darle su saliva y su vida entera. Estrella respondió al beso, entrelazando las lenguas.

Pero Estrella no podía seguir con eso, no podía olvidar su encuentro con aquellas mujeres. Aunque no lo admitiera, Antonio tenía razón, estaba celosa pero no tuvo ningún problema en negarlo. Tras varios besos, Estrella se separó y le dio una bofetada en la cara. Eso sorprendió a Antonio.

-          No vuelvas a tocarme, nunca, ¿me oyes?

 

Estrella estaba llorando y a la vez enfadada, enfadada con Antonio pero más consigo misma. ¿En qué estaba pensado? No paraba de preguntárselo.

Antonio estaba dolido. Le encantaba aquella mujer pero tenía los peores pensamientos acerca de él. No entendía por qué pero no podía dejarla marchar. Se sentía muy bien cuando estaba con ella. Volvió a por ella pero esta vez no esperó. La sujetó con fuerza y la volvió a besar, esta vez con más fuerza mostrando lo que de verdad sentía.

Estrella estaba confundida. No entendía lo que se proponía. Le había dicho que no quería que la volviera a tocar y no le importó en absoluto. Empezó a pensar en que tal vez de verdad estuviera arrepentido por haberla echo enfadar. Esta vez, Estrella no pudo resistirse y tampoco quería. Cuando separaron sus labios, ambos tenían la respiración cortante e irregular.

-          Te dije que no me volvieras a tocar- dijo ella.

-          Y yo no te he hecho caso.

-          ¿Por qué?

-          Porque no quería. Quería tenerte en mis brazos, besarte. Me siento muy bien cuando estoy contigo.

-          Me alegro por ti pero ahora te lo pido de buena manera. No vuelvas a tocarme, nunca más. Esta vez va en serio.

-          Vamos, no finjas que tú tampoco querías esto.

-          No finjo. Estaba dispuesta a marcharme. Es más fuiste tú el que no me dejaba marchar.

-          Quería tenerte cerca.

-          Bien, ahora que lo has conseguido, me voy y no me sigas, ni me agarres, ni me abraces o no respondo.

-          Está bien, me ha quedado claro, no quieres verme.

-          Exacto. No creo que sea difícil de entender.

-          Muy bien, te prometo que no volveré a molestarte.

 

Se había ido. Estrella estaba sola en aquella gran plaza. Por alguna razón le disgustó la idea de que se fuera. Pero era lo mejor. Para los dos.

Llegó a casa deprimida y asustada por lo que había pasado. ¿Había hecho bien diciéndole que no?

A la mañana siguiente, se hizo el desayuno. Había conseguido dormir durante toda la noche pero al levantarse se sentía inquieta y pensativa.

Decidió ir a ver a Antonio y pedirle perdón, aunque no tenía claro la relación que ambos tenían.

Cuando llegó eran las ocho de la tarde. Había ido de compras para distraerse, aunque no lo consiguió.

Al llegar al portal, subió a la octava planta a través del ascensor. Picó al timbre varias veces pero nadie abrió la puerta.

No sabía si se sentía aliviada o asustada. Quería pedirle perdón pero el no haber nadie en casa la alegró por dentro.

Cuando estaba a punto de irse, se encontró con Antonio en las escaleras, al lado de su casa. Estaba acompañado de una mujer de unos veinticinco años.  Era guapa, delgada, pelo largo y moreno. Antonio estaba riéndose con ella muy animado. Estaban demasiado pegados como para pensar bien sobre aquel encuentro. En ese momento, Antonio se percató de su presencia y la risa se deshizo en su cara.

Estrella dio un suspiro para darse cuenta de que aquello era cierto. Salió corriendo hacia el ascensor. Antonio la siguió pero el ascensor se cerró justo a tiempo para que no pudiera alcanzarla. Sin pensarlo, Antonio fue a las escaleras, bajándolas tan rápido como podía.

Estrella se arrodilló y comenzó a llorar. Estaba muy afectada. Se sentía estúpida, solo quería irse de allí y olvidar a Antonio.

Cuando llegó al vestíbulo, volvió a correr y salió del portal llorando muerta de los nervios y sumergida en sus propios pensamientos.

Antonio la detuvo a tiempo antes de que pudiera irse. Se le adelantó y este hizo que le mirara a los ojos.

-          No es lo que piensas, Estrella, es solo una amiga – dijo preocupado.

-          Déjame en paz. Lárgate.

-          No, no te dejaré ir. Te quiero.

-          ¡¿Qué?! – respondió ella dándole una bofetada con tanta fuerza que ella misma se hizo daño en la muñeca.

-          Puedes pegarme todo lo que quieras pero es la verdad.

-          Tú no sabes lo que significa esa palabra. Eres un mujeriego que no tiene sentimientos. No sabes lo que trabajar por ti mismo, te diviertes con lo que quieres y no te importa hacer daño a la gente que te rodea. ¿qué me dices ahora? No quiero que vuelvas a tocarme, ni a dirigirme la palabra, no quiero volver a verte. Te detesto con toda mi alma – dijo ella llorando.

-          Tienes razón, cuando digo que te quiero es la verdad. Ana es solo una amiga. La llamé porque estaba deprimido porque tú…

-          ¡Cállate! ¡lárgate! – dijo ella gritando.

-          Esta bien pero dime a qué has venido.

-          Tiene gracia. ¿Sabes? Venía a pedirte perdón por mi comportamiento porque pensé que en el fondo había algo entre nosotros. Me equivoqué contigo. Ahora me das asco, me repugnas.

 

Aquellas palabras no dejaban de resonar en la cabeza de Antonio. L e hacía mucho daño que pensara así de él. Quería demostrarle que de verdad la quería, que cuando estaba con ella se sentía a salvo a gusto. Cuando no estaba con ella sentía un vacío que nadie podía llenar. La quería de verdad y ahora la había perdido.

Estrella se fue a casa en su coche y cuando llegó a casa su madre la estaba esperando, preocupada por su comportamiento. Estrella tenía los ojos rojos y su madre supuso que estuvo llorando.

-          Hija, ¿estás bien? – preguntó preocupada.

-          Sí mamá, estoy bien – dijo entre sollozos.

-          No lo parece. Cuéntame qué ha pasado.

-          Nada, simplemente me ilusioné con algo que no iba a pasar jamás.

-          Ha sido ese chico, ¿verdad, Antonio?

-          Eso da igual, mamá. M e voy a la cama.

-          No hija, sí que importa.  Ese hombre te ha hecho daño. Cuéntame lo que pasó, por favor.

-          Me enamoré de él sin quererlo.

 

Estrella comenzó a contarle todo lo sucedido con aquel hombre. Se sentía muy mal y sobre todo estúpida por pensar que Antonio de verdad sentía algo por ella. Su madre comenzó a hablar.

-          Cariño por lo que me has dicho todo ha sido un malentendido.

-          ¿Un malentendido?

-          Tú no dejabas de pensar que era un cualquiera sin siquiera conocerlo. Primero tienes que conocer a alguien para luego juzgarle, Estrella.

-          Mira no tengo ganas de pensar, me voy a la cama, no quiero volver a ver a ese chiflado en mi vida.

-          Como quieras, espero que no te arrepientas.

 

Se fue a la cama, estaba cansada. Consiguió dormir toda la noche y se despertó sobre las doce del mediodía. Al levantarse se fue a la ducha para relajarse. No dejaba de pensar en las palabras de su madre desde que se levantó. ¿Tendría razón? No podía entender nada. Se pasó la mañana haciendo los labores de la casa. Y de repente, se acordó del vestido que llevó puesto al cumpleaños de su hermana. Decidió ir a preguntarle a su madre y la encontró en la cocina.

-          Mamá, ¿sabes de quién es este vestido?

-          Oh dios mío ¿Dónde lo has encontrado?

-          Pues en el trastero. Estaba dentro de un baúl.

-          Era de mi abuela. Se lo dio a mi madre antes de morir.

-          Oh mamá, lo siento no lo sabía. Es que lo vi y me pareció un vestido precioso.

-          No pasa nada, es tuyo.

-          No, mamá es tuyo.

-          En serio, quiero que lo tengas tú.

-          ¿Estás segura?

-          Totalmente.

-          Gracias, mamá.

 

Al llegar la noche, estaba cansada pero le apetecía cenar en un buen restaurante, como siempre. Antes de cambiarse, observó el vestido que le dio su madre y se puso a pensar en la carta que estaba junto al vestido. Las palabras exactas fueron: “Con este vestido tus sueños se cumplirán más la mitad de ellos no los podrás imaginar”. Esas palabras resonaban en su cabeza. ¿Qué es lo que más ansiaba su corazón? ¿Qué era aquello por lo que daría la vida? Antonio, todo se resumía en ese nombre.

Cuando estaba vestida, bajó al salón y se encontró con su madre, de nuevo. Llevaba puesto un vestido azul marino, de cuello en uve con pequeños adornos de color negro, zapatos negros a juego con unos 5 centímetros de tacón. Su cabello estaba suelto, apartado de su cara por una diadema.

Al llegar a la puerta principal, su madre la detuvo.

-          Espera hija, no te vallas aún – dijo su madre.

-          ¿Por qué, mamá? – dijo Estrella – me quitarán mi mesa preferida si llego tarde.

-          Solo será un momento.

 

Estrella estaba intrigada ¿qué querría su madre? Ella no acostumbraba a decirle nada cuando se iba a un restaurante. Ambas entraron en la cocina y para su sorpresa allí estaba Antonio. 

-          Mamá, ¿qué significa esto? – preguntó Estrella enfadada.

-          Al verte tan preocupada, conseguí su número y le llamé. Estrella se que estás disgustada pero quiero que le escuches, por favor.

-          No tengo por qué escucharle, todo está hablado.

-          Solo escúchame, por favor y te prometo que si decides dejar de verme, no me volverás a ver – intervino Antonio.

-          Tienes 5 minutos.

-           La primera vez que te vi, me produjiste una curiosidad asombrosa y me alegré de conocerte, tanto que te seguí al restaurante el día que comimos juntos. Sé que estuvo mal pero quería estar contigo, conocerte mejor. Cuando estoy contigo me siento en paz, como si no me faltara nada. Te quiero muchísimo. Y el día que viniste a mi casa yo estaba con Ana, porque estaba deprimido y necesitaba compañía. Ella es mi prima aparte de mi amiga y no hay nada entre nosotros. Te juro por mi vida que es cierto, te quiero y…

-          No necesito oír más. Está bien me has convencido. Y ahora ¿qué quieres?

-          Que me des una oportunidad, por favor. Sé que tú también me quieres y solo te pido una oportunidad, para que estemos juntos.

 

Su corazón deseaba más que nada estar con él, darle una oportunidad, conocerse mejor… Pero tenía dudas. Miró a su madre en busca de consejo y su madre la apoyaba.

Su madre cogió una mano de Estrella y otra de Antonio y la unió. En ese instante, Estrella le abrazó con fuerza y seguridad y los dos se besaron.

Estrella se sintió feliz y supo que sería feliz que estaría bien y, sobre todo que Antonio siempre la querría.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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